Los Placeres de la Imagen
Hoy quiero
dedicar esta columna a la fotografía, arte y entretenimiento que muchos disfrutan pero que pocos entienden como debe ser.
He aquí algunas ideas como para empezar a reflexionar sobre su importancia.
La fotografía digital ha eliminado de raíz los mil problemas de la fotografía clásica, empezando por la necesidad
de comprar rollos de película de la calidad adecuada. Primero con la fotografía en blanco y negro (para quienes tenemos la
afición de antiguo) debíamos discriminar entre película ortocromática y pancromática (según como quisiéramos mostrar los tonos
de grises), y luego vino la complicación de la sensibilidad en la escala DIN, que luego fue reemplazada por ASA, y más tarde
por el actual estándar ISO.
Las primeras
cámaras eran total y absolutamente manuales, y uno tenía que aprender a calibrar apertura del objetivo, velocidad de obturación,
y distancia de enfoque en metros o pies, según el calibre del país de donde procedía la cámara. La «brownie» de Kodak fue
la primera cámara hecha para novatos que no sabían nada de ello, solo tenían que apuntar y disparar (eran los años 50), luego
vino la cámara de cajón de Agfa, y más tarde la revolución de la Instamatic,
primero en el formato 127 y luego con la 110.
Eso del
formato de la película también tenía sus bemoles. Los primeros rollos eran enormes y solo permitían tomar ocho fotos de formato
6x9 centímetros. Luego a alguien se le ocurrió adaptar una cámara que tomaba fotos cuadradas 6x6 y se obtenían 12 vistas por
rollo. La llegada del formato de 35 mm. Fue una bendición,
pues el número de tomas subió a 24 e incluso a 36.
Ya para
entonces había llegado el color. Primero fue, naturalmente Kodak, la que trajo el sistema Kodachrome, cuyo precio incluía
el revelado de transparencias de color... pero en laboratorios de Estados Unidos (posteriormente en Lima). Luego el sistema
Kodacolor hizo posible que se revelara negativos en color para obtener impresiones,
y fue lo que terminó por imponerse por largo tiempo. Se llegó incluso a vender un kit casero de químicos para que uno mismo
revelara sus negativos; pero era un proceso delicado y tedioso, con controles exactos de temperatura y mucha limpieza. ¡Si
lo sabré yo!.
Polaroid
fue el primer sistema que permitió obtener fotografías instantáneas en el propio lugar de la toma. El revelado duraba apenas
un minuto. Era asombroso ver aparecer las fotos como figuras fantasmales primero y luego en sus más brillantes detalles; la
magia de la química nos encandilaba, sobre todo a quienes entramos también a los secretos del cuarto oscuro, con luces de
seguridad rojas para que no se velaran papeles ni películas.
La fotografía
clásica se basa en la acción de la luz sobre las sales de nitrato de plata, que se ennegrecen. La evolución técnica duró más
de un siglo, y llegó a niveles que se consideraban que jamás iban a ser superados. Pero hace menos de una década llegó la
fotografía digital, es decir la misma cámara, los mismos lentes... pero sin película. La película había sido reemplazada por
una pantalla sensible donde la imagen era dividida en una trama de puntos (pixels), los mismos que electrónicamente eran capturados
y almacenados en una memoria. Más tarde esa memoria era reconstruida y la imagen era regenerada.
Las primeras
cámaras digitales eran pesadas y poco funcionales. Eran más que nada juguetes tecnológicos, y muy costosos. Recuerdo que mi
amigo Teódulo Castro, industrial con espíritu viajero, me prestó una cámara Sony Mavica que tomaba fotos digitales que almacenaba
en un diskette común y corriente con una resolución de 640x480 píxeles, alrededor de 15 o 16 vistas. Pero era el comienzo,
aunque nadie pensaba entonces que la fotografía tradicional estaba amenazada.
Hasta
hace un par de años la fotografía digital era cosa de snobs o de ricachones. Pero de entonces acá ha dado un salto tremendo,
a tal punto que la fotografía química ya está en franca retirada ante el empuje de las cámaras digitales. Cada vez son más
los servicios que ofrecen revelado digital, aunque inexplicablemente a precios más caros por impresión.
Tener
una cámara digital es, en estos días, una buena inversión familiar. La cámara es el complemento de la computadora casera,
pues ambas trabajan al unísono, pues las imágenes se visualizan en su monitor y se procesan mediante programas apropiados
como Adobe Photoshop o PhotoPaint de la suite Corel. Con ellos se puede realizar en las fotos digitales corrección de color,
variación de tamaño, eliminación de errores, poner o quitar personas de un grupo, cambiar el color de una camisa o un vestido,
en fin, variar la realidad.
Las fotos
digitales no solo son instantáneas reales (al segundo) sino que se pueden imprimir fácilmente si se cuenta con la impresora
apropiada (las hay incluso modulares como para llevar de viaje). También son fáciles de transmitir por Internet a amigos cercanos
o lejanos, pero para que ello sea posible hay que bajarles la resolución a 72 dpi (dots per inch - puntos por pulgada) y a
un tamaño apropiado 10x15 cm. por ejemplo (no mayor de 30 o 40 kilobytes).
Una buena
cámara digital, de 8 megapixels de captura por lo menos, está en unos 300 dólares; pero esta cámara está preparada para obtener
fotos semiprofesionales capaces de ser materia de publicación en periódicos o revistas. Si nuestro propósito es simplemente
para lograr fotos del álbum familiar bastan de 3 a 5
megapixels, lo cual bastará una inversión de 120 a
150 dólares, o quizás aún menos.
Hay cámaras
para todos los gustos. Pero ojo: uno de los inconvenientes aún no totalmente superados de la fotografía digital es el periodo
de latencia llamado «lap» que es la demora que se produce entre el instante en que se presiona el disparador de la cámara
y el momento en que efectivamente se captura la imagen. En la mayoría de las cámaras que conozco este «lap» es de casi medio
segundo, y en el mejor de los casos algunas centésimas que parecen una eternidad, y que muchas veces hacen que uno se pierda
la foto justa del momento crucial. Esa es la principal desventaja de una digital frente a una cámara tradicional.
Algunos
hemos conseguido desarrollar técnicas (trucos) para anticiparnos a la acción, disparando antes del momento crucial por ejemplo
(cuando alguien apaga velitas), pero lo mejor es conseguir una cámara con un «lap» mínimo. Yo la encontré en la Casio Exilim EXZ-850,
japonesa, de 8.2 megapixels, automática y manual, y que a mi juicio es una maravilla tecnológica. El lap casi no existe en
mi Casio.
Recuerde
que en una digital no hay rollo, pero sí hay una tarjeta de almacenamiento que hay que comprar por separado. Si uno no quiere
estar falto de espacio lo mínimo que se puede comprar es 512 Megabytes, y mejor aún 1 Gigabyte, y óptimo 2 Gigabytes si se
graba también videos. Una tarjeta de 512 está en unos 20 dólares y una de un Giga en 30 y la de 2 Gigas en unos 40 dólares.
Ya está Ud. noticiado, ahora depende de su percepción y sus necesidades. Dejo para la próxima columna el hablar
de música, pero si hay quienes deseen consultarme algo en particular sobre cámaras digitales le dejo mi mail: digifots@gmail.com.
Ofrezco contestar todas las inquietudes (LAGU).